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miércoles, 16 de noviembre de 2016

No quiero crecer

Aunque a veces nos quejemos de que no  existe un manual para  educar a nuestros hijos yo suelo decir que ellos son el manual.  Ya que si  observamos bien ellos van mostrando sus necesidades y es en la relación con ellos donde vamos creciendo como padres.  Lo natural es que a los niños les guste crecer y les guste conquistar nuevas habilidades. Cuando están creciendo suelen ser ellos los que insisten en que les soltemos la mano para caminar solos, incluso se enfadan si le empujas el “tacatá”.

En ocasiones alguno se queda fijado en una etapa sin querer avanzar a la siguiente. Esto puede deberse a múltiples factores pero vamos a ver algunos de ellos, sobre todo los que podemos evitar para prevenir que esto ocurra.

Algunas veces las causas por las que uno no quiere crecer son pasajeras: miedos, celos.

Por lo general los niños suelen estar orientados en el siguiente paso, todos se apuntan  a ser más altos, a ser mayores para poder conducir etc.  Viven el hacerse mayores como una ganancia. Desde su nacimiento van descubriendo nuevas habilidades y eso les gusta, de repente pueden desplazarse, gatean,  luego andan, corren. Crecer es una aventura interesante,

¡Mira papá!...¡mira mamá!...Los niños están constantemente pidiendo que los observemos, quieren compartir sus cosas con nosotros para que les demostremos que son  importantes, la paternidad atenta les ayuda a crecer sintiéndose valiosos y el pedirles responsabilidades les ayuda a conquistar su autonomía, con lo que crecerán sintiéndose capaces.

Cuando un niño no quiere crecer es posible que no se sienta preparado, y sienta miedo. En ocasiones puede deberse a que  lo hayamos  sobreprotegido.  Si sobreprotegemos a nuestros hijos los debilitamos. Les privamos del espacio o la experiencia para  desarrollar sus habilidades y conquistar su autonomía, lo que les lleva a  no sentirse seguros.  Los niños miedosos suelen ser asustadizos fuera del hogar y en ocasiones en el hogar se muestran agresivos ya que tener miedo no es agradable. Aquí conviene recordar que “es mejor enseñar a pescar que dar peces”.

En otras ocasiones no quieren perder lo que tenían y vuelven la vista atrás por ejemplo ante el nacimiento de un hermano.  Es posible que ambos sientan celos el uno del otro pero el pequeño no tardará en correr para alcanzar al mayor, el problema es cuando el mayor querría ser más niño. En estos casos conviene alabar mucho al mayor, celebrar cada reto conseguido en cuanto a su desarrollo y maduración. Debemos estimularlos siempre hacia adelante.  Por ejemplo podemos decirles frases como: “¡qué bien, qué mayor eres, me siento muy orgulloso/a de ti por…”

Nunca ha existido una generación de padres tan preparados, hoy existen conferencias, manuales de autoayuda y libros de todo tipo, pero a su vez, hoy sobreprotegemos demasiado como lo indican el aumento del denominado “complejo de Peter Pan” (Adultos que no quieren crecer, no quieren aceptar las responsabilidades) y el que la emancipación de casa  se haga tan tarde.  A medida que vamos creciendo puede ser que crecer  se vuelva un poco más difícil. Seguir comportándose como un niño tiene ciertas ventajas como  eludir las responsabilidades y por ello, este proceso requiere de implicación y responsabilidad.

Solo si hemos convertido la infancia en un paraíso como el “país de nunca jamás” será difícil renunciar.  Es bueno que entrenemos a nuestros hijos en la responsabilidad.

A veces sobrepotegemos después de decir  algo como: “ yo lo que quiero es que sean felices”. Sin darnos cuenta que al proteger puede que no estemos atendiendo sus necesidades si no estemos protegiéndonos de  nuestros miedos  y nuestras angustias.

Educar es ayudarles a alcanzar la capacidad para ser independientes, valerse por sí mismos y que hagan buen uso de su libertad . Para ello es imprescindible  educar en la autonomía y en valores, aunque como padres nos sintamos preocupados o pensemos que “son aún pequeños”. Para nosotros, siempre serán pequeños, pero hemos de pensar que lo mejor y saludable para un hijo es que se haga mayor. 

A los niños tenemos que acompañarlos, mostrarles y permitirles descubrir las cosas por si mismos , tropezaran y  caerán;  reirán y llorarán y así es la vida. Cada edad tiene retos distintos y si se los evitamos los estamos debilitando, impidiendo que  desarrollen sus habilidades. Aprender de sus errores es sin duda también una buena forma de aprender, hemos de ser capaces de ayudarles a darse cuenta de ellos.

En definitiva, un niño feliz es aquel que se siente capaz. Y eso solo es posible conquistando cada vez más su libertad y su autonomía. Si queremos que nuestros hijos sean felices enseñémosles a ser autónomos, a manejar sus emociones, a desarrollar “resiliencia”, que sean capaces de entusiasmarse y perseverar en sus proyectos. Todos tenemos sueños, pero solo  los más valientes los persiguen y solo lo más perseverantes los alcanzan