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jueves, 14 de enero de 2016

Mamá, Papá, ¡Tengo miedo!

El miedo es un comportamiento natural y adaptativo, si no tuviéramos miedo estaríamos expuestos a un montón de peligros sin que nos diéramos cuenta. ¿Os imagináis que no tuviéramos miedo a un ladrón?, ¿o a un huracán?, ¿o a perder el trabajo?

Cualquier  especie animal  desarrolla patrones de protección frente a lo desconocido; el más natural: la huida. El ser humano no va a ser menos y evidentemente nacemos con algunos miedos innatos como el miedo a los ruidos fuertes, a la oscuridad, o a lo desconocido.

Es después cuando vamos creciendo que esos miedos se pueden hacer gigantes o desaparecer, y es después cuando podemos incorporar muchos más miedos que ya no son adaptativos si no que les dificultan su desarrollo y crecimiento.

Es entonces cuando tenemos que ayudarles a superarlos para que no les generen bloqueos y falta de autonomía. El miedo sobre todo hace que un niño o niña no tenga autonomía, y nuestro trabajo como educadores es conseguir a lo largo de la vida de nuestros hijos que logren el máximo de autonomía.

¿Cuáles son los miedos más frecuentes a medida que van creciendo los niños y niñas?


  • Miedo a separarse de sus padres, el miedo al abandono. No tienen el concepto adquirido de la separación ni tampoco del tiempo como lo tenemos adquirido los adultos y por eso lloran cuando se separan de sus padres. A medida que van aprendiendo que sus padres siempre vuelven van superando dicho miedo.
  • Cualquier situación que provoque cambio les produce temor ya que es algo desconocido y ya hemos dicho que el miedo a lo desconocido reside en nuestra más ancestral configuración como seres humanos. 
  • Miedo a la oscuridad, a los monstruos, animales, etc. Son frecuentes ya que se trata de estímulos que son ajenos o que pertenecen al mundo de la fantasía. 


También es importante destacar que un miedo no es una fobia. Las fobias se corresponden con el ámbito de lo patológico, ya que una fobia lo que hace es bloquear al individuo hasta el punto de limitar su vida. Si bien es cierto que un miedo continuado en el tiempo y reforzado, puede desembocar en una fobia. Por eso es importante que les enseñemos a superar sus miedos con paciencia y sobre todo mucha, mucha calma.

¿Cómo enseñarles a superar los miedos? 

La clave está en la tranquilidad y el reposo. Cuando una persona tiene miedo la primera respuesta que manifiesta es la de tensión, ansiedad, huida. La respuesta de miedo se desencadena a tres niveles que están interrelacionados:
- Físico: palpitaciones, rubor, respiración agitada…
- Motor: correr, abrazarse y hacerse un ovillo, huir…
- Cognitivo: pensamientos paralizantes, irracionales… en el caso de los niños, llanto desconsolado.

Estos tres niveles se retroalimentan provocando que ante un pensamiento, una imagen, etc. sobre algo que me da miedo, nuestro cuerpo se acelere y comience a emitir señales que indican que estamos en peligro. Ante este malestar solemos tomar la decisión de huir, evitamos la situación y por tanto nos sentimos “a salvo”. Al hacer esto estamos reforzando al miedo, le hacemos más fuerte. Por eso es importante realizar el primer paso que es esencial: aprender a manejar nuestras señales corporales de ansiedad mediante técnicas de relajación y respiración.

Aprender estas técnicas no hace que superemos los miedos, pero nos prepara para afrontarlos de manera más eficaz. 

Así que, ante los miedos de nuestros hijos e hijas actuemos siempre con calma. Y además:


  • Transmitamos tranquilidad los primeros nosotros. Si les miramos con preocupación o  angustia probablemente sientan que ellos tienen razón y están en peligro. Además, no olvidemos que aprendemos por modelos, así que mostremos un modelo de calma ante la adversidad. 
  • Aunque es bueno que se enfrenten a los miedos, nunca debemos forzarles o enfrentarlos de golpe a ellos puesto que esto provocaría un disparo más elevado de sus tasas de ansiedad y las consecuencias podrían ser peores. Para enfrentarse hay que hacerlo siempre desde la relajación y la calma, en pasos sucesivos y con mucha seguridad. 
  • No ridiculicemos nunca a un niño con miedo, ni le digamos la famosa frase “si no pasa nada”, porque ellos están sintiendo que algo sí pasa, y debemos enseñarles a identificar sus sensaciones e irlas apagando progresivamente. Es mucho mejor decirles frases como: “respira, suelta los brazos, …” 
  • Cuando esté tranquilo podemos animarles a que hablen de sus miedos, cuenten por qué les pasa eso y qué es lo que sienten, de este modo normalizará sus pensamientos y habremos ganado una pequeña batalla. Evidentemente si el niño no quiere hablar de ello, no les forcemos a hacerlo, podemos en su lugar hablar de nuestros miedos y de nuestros sentimientos.
  • Es también bastante razonable pensar que si tenemos hijos o hijas con determinados miedos, no debemos fomentar historias o películas para las que no estén preparados. 


Por último, podemos ayudarles también mediante algunos cuentos que trabajan este tema, como por ejemplo:








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